viernes, 15 de abril de 2011

Incomunicación.

Incomunicada. Me siento sola. Hablo y nadie me entiende. Grito y nadie me oye. Observo, y nadie me ve. Soy invisible. Doy golpes, pero nadie viene a ayudarme. Perdida en mis pensamientos me sumerjo en la oscura profundidad de la soledad. Y pienso en la posibilidad de la existencia de otra realidad. Una realidad a parte, la cual veo a través de paredes de cristal. Veo pasar a la gente ocupada en sus quehaceres sin interesarse por lo que les rodea, veo maldad, veo bondad. Veo diferencias. Cada persona es muy diferente de todas las demás… incluida yo.
Nadie se preocupa por mí. Lloro y golpeo las paredes, pero nadie me oye y a nadie le importa. Así que, bueno, a nadie le importará que me rinda, y me deje morir de soledad.



Finalmente, moribunda, en un rincón, miro una vez más a través de mis paredes de cristal. Sin fuerzas, entrecierro mis ojos. Veo, cómo alguien se acerca. Una sombra envuelta en luz, atraviesa la pared y se pone de rodillas junto a mí. Susurra algo que no puedo oír. No consigo escuchar nada. Siento como apoyan mi cabeza sobre algo suave y blando. Hago un gran esfuerzo para poder abrir los ojos. Es un chico. Que dulce parece… Miro su boca. Me está hablando, pero no…no logro escucharle. ¿Por qué no habrá venido antes? Lloro.
Lentamente, acerco mi mano a su mejilla. Noto cómo coge mi mano.
Su mano… es… es cálida… Ahora parece que está gritando. Está asustado.
No…no puedo más…   ¿por qué no has venido antes?
Cierro mis ojos. El, agita mi mano. Lo último que vi, fue sus ojos con lágrimas. Lo último que sentí, fue una calidez en mis labios…

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